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lunes, 3 de diciembre de 2012

Los extraño

Los extraño. 
Las noches se tornan eternas, y en algunas de ellas los puedo escuchar murmurando. 
Hablándome, pidiéndome cosas que en vida no pude hacer, gritándome, vociferando recuerdos de alguna tarde de otoño perdida. 
Los extraño, y a veces quisiera volver, desearía poder hacerlo. 
Llegar y sonreírles, decirles: “la espera ha terminado. Ya no volveré a desaparecer.” 
Quisiera que pudieran verme, a veces creo que me sienten, o que sus lágrimas me buscan. 
No es mi culpa, no lo fue. Simplemente no pude sostenerme, ya no. Me caía y mis gritos se acallaban lentamente, mis manos se soltaban débiles, mis ojos se cerraban pesados y temerosos de todo lo que habían observado. 
Que nadie se atreva a juzgarme ni a reprocharme. Porque cuando yo avisé, cuando yo advertí, cuando imploré por un poco de humanidad. ¡Nadie supo dármela! 
Yo no quería palabras dulces y vacías, no quería sonrisas falsas y abrazos por compromiso. No quería oídos sordos, porque para eso tuve mis libros, que me han escuchado, me han entendido y me han hablado mucho más que todos ustedes. 
Y sin embargo no los culpo, porque fui débil. Así que no me recriminen por algo que antes jamás les interesó. 
¿Que puedo yo hacer? Ya es tarde para culpables, ya es tarde para disculpas. No solucionarán nada. Y sin embargo los escucho, cuando en la soledad de su cuarto me ruegan perdón. Piden por un minuto de mi presencia. Y juro, cuando los sentimientos fueron míos, yo los quise, ¡dios sabe que los amé con locura! pero ahora que no estoy me buscan, hipócritas. Condenados por su propia conciencia. 
¿Y que hay de mi? ¿Que hay de la humanidad que no lograron quitarme? La que aún abunda en mis noches y días eternos, en mi mundo y mente en blanco. 
¿Que hay de mi? 
Del dolor que tuve y aún tengo, de las culpas, de las mentiras echas verdad. De los conocidos extraños y los recuerdos olvidados. 
Que hay de todo lo que he perdido. De mí, perdido aquí donde me encuentro. Porque les digo algo, no hay nada más allá de las fronteras, el mundo no es plano. Pero he caído, y jamás toco fondo. 
Mis lágrimas no secan, y mis manos están frías desde no sé cuanto tiempo. 
No tengo donde ir, no puedo volver, ustedes no me escuchan, ni siquiera mis gritos mas desesperados, aún les pido ayuda, aún les suplico. Y siguen sin escucharme. 
Aún. Esta es mi eternidad, el ruido y el silencio confrontados. La vida y la muerte. El dolor y la alegría. Las penas, los recuerdos. 
Aun estoy aquí, ¿acaso no me ven? ¿Acaso sigo siendo lo que era, acaso jamás notan la diferencia entre la lluvia y mis caricias? 
Cual es entonces la diferencia entre esta y mi otra vida, entre este y mi otro mundo, entre esto que soy y lo que fui. 
De que sirven estas palabras que sé que jamás escucharán.


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