copyright© Contenido Protegido Reservados sus Derechos.

sábado, 14 de febrero de 2015

Lo que es y no ha de ser.

Estamos un poco perdidos.
Como, en el buen sentido de perderse. ¿Saben?
De la forma en la que no sabemos si esta bien o mal, si es correcto o no. Pero cualquiera sea la respuesta, se siente increíblemente maravilloso.
Es como cuando cometemos la estupidez de amar a alguien que sabemos no podemos amar. Cualquiera sean las circunstancias, lo amamos. Lo deseamos al punto de no saber que vale mas, si vivir para sostenerlo mientras dure o morir y dejar que ese pequeño momento se vuelva eternidad.
Son increíbles esos pequeños momentos de desconcierto.
Cuando no importa que es. Sólo importa.
Nunca sabemos cuando ese desorientación puede golpearnos.
Porque, de verdad. Siempre estamos perdidos.
Como cuando hay tristeza, pero en realidad no sabemos ¿Tristeza de qué? No es como si no pudiéramos nombrar varias cosas, pero, ¿es suficiente?
Estás riendo, realmente riendo sobre algo posiblemente estúpido, pero muy gracioso. Y cuando acaba la risa, justo cuando das aquel ultimo suspiro de alegría, comienzas a llorar. Así. De la nada. Y la tristeza te inunda, y ya no hay diversión, ya no hay nada mas que las lágrimas desbordando y el mundo colapsando, todo dentro y fuera. Rápido. Sin aire. Solo lagrimas y dolor anónimo.
Y ves rostros, y buscas uno para darle significado a este dolor.
Para que por lo menos, valga la pena esta presión en el pecho que te derrumba.
Pero no hay rostros, no hay puntos específicos de porque me siento como la mierda en este preciso momento.
Porque, la verdad, ¿La puta y jodida verdad?
Estamos completamente perdidos, y el dolor no necesita siempre un motivo para estar, para desearnos y estar. Siempre. Latente.

martes, 12 de noviembre de 2013

Conversaciones en el tren.

Hoy me cruce a alguien.
A pesar de que traté de evitarlo se acerco y me habló. 
Su rostro era maduro comparado con la inocencia que alguna vez aprecié,
había experiencia en su mirada.
Estaba arrepentido y extrañaba "todo". Le creí.
En algún momento <de fingida distracción supongo> tomó mi mano y me hizo sentir otra vez, sólo por un instante, creí volver. 
El problema de extrañar <dije fría, tanto que me dolió sentirme así>, es que uno extraña cosas pasadas, ya vividas. Y eso, es lo único que se puede pretender de alguien como yo. 
Las cosas ya están hechas, ya han pasado, y se han vuelto recuerdos. 
Buenos o malos, da lo mismo. La decepción no se va, asi como las marcas quedan. 
No se quien dañó mas quien. Pero no sirve cuando el amor duele de tal manera. 
No sirve cuando el amor se confunde con odio. 
Esa persona, que tanto creyó conocerme debería saber como soy, debería también, haber recordado eso. 

Pido perdón por hacerte sentir eso. 
Por permitirte amarme, por dejarte llegar a tal insoportable y brutal extremo.
Pido disculpas por no haberme vuelto antes un recuerdo. 
Desearía ser olvido, ser lagrima perdida. 
Convertirme en tu experiencia, ser un cigarrillo en la madrugada e irme,
 perdida en el viento como humo gris. 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Deseo.


¿Sabes que es lo que más deseo en este momento? Que seas infeliz.
Aunque suene feo y egoísta.
Aunque sea cruel y despiadado.
Yo no me merezco nada, pero tú mereces tenerlo todo, y perderlo.
Mereces sentir el mundo cayendo a tus pies, sobre ti y tu poesía barata.
Porque lo amas con las mismas letras y palabras con las que has jurado amarme eternamente.
Porque le agradeces darte la luz que me dijiste te supe dar tiempo atrás.
Mereces tener el cielo en tus manos y poder ver como lentamente se transforma en fuego y te quema. Te carcome tanto que se hacen uno.

No te odio aunque lo anhelo, he de confesar.
Y también acepto, como te lo confirme veces antes, no merezco pizca de amor, no te merezco.
Pero no miento, y no solo el rencor habla por mi cuando cuando te aseguro, tú, tu mereces menos que mis mejores sentimientos, menos que el odio que aún no logro dedicarte.

No mereces nada.

Y te atribuyo mi renovada falta de fe en el amor.
Pues he caído en la artimaña de creer poder ser amada y correspondida, pero más aún, he creído no merecerte por como me querías.

Y me contradigo sí digo que nos merecemos. Pero, estas casi tan abajo como me encuentro.
No miento cuando, y repito, confieso que anhelo con el corazón que aún palpita, sientas el dolor desgarrante y la certeza de que no es más que lo que te corresponde.
Y espero, cuando ese momento llegue, cuando lo pierdas todo y descubras que ha sucedido (finalmente), espero recuerdes mi sonrisa y tus falsas promesas de amor.

Recuérdame y odiame sí eso hace falta, pero recuerdame, porque ese impotente recuerdo es todo lo que te quedará.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Volver.

Fue una buena época, nadie lo puede negar.
Y fingimos no recordarla, porque eso acalla nuestros lamentos pasajeros.
¿Quién no daría lo que jamás ha logrado siquiera ser para volver a ese momento de resplandor?
A esa placentera tranquilidad, aquella sensación de seguridad que hace tiempo ya, ha muerto.
Pues aquí está, mi cielo, tú rascacielos intacto.
Esperando a que te lances al vacío,
A lo oscuro,
A lo eterno.

Buenas noches, mucho gusto, gratos recuerdos.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Necesito

Necesito sentir un poco. 
Llorar todo lo que no he llorado, amar lo que no me he permitido. 
Gritar lo que jamás me he atrevido. 
Necesito vivir un poco, sin tener que recordarte. 
Sin tener que soñarte, ni pensarte, ni sentir que lo nuestro pudo funcionar.
Necesito reír un poco. 
Para olvidar aquellas penas, para secar lagrimas inexistentes, para completar vacíos. 
Necesito olvidarme un poco, para poder recordarme, para ser la de antes, la que enamoró y la que yo amaba ser. 
Necesito descontrolarme, mirar el cielo y no pensar en si las estrellas esta vez siguen burlándose de mi corazón sensible. 
Necesito ser otra para volver a ser yo, para volver a ser. 
Necesito ver la noche sin pensar, tomar un té en la avenida saludando a los autos al pasar. 
Necesito un vestido corto para poder sujetarlo cuando pase una brisa. 
Necesito soltarme el pelo, para sentirme libre de alguna manera. 
Necesito olvidar direcciones, para preguntarle a alguien donde queda el nunca jamás. 
Necesito dos versos, dos renglones, dos suspiros sin tu aroma, sin tus labios, sin tu cortante sinfonía de quizás nunca te amé. 
Necesito cantar, bien o mal. Simplemente cantar, por el simple gusto de hacerlo, y no porque la letra me recuerde a nuestra tragedia jamás cómica. 
Necesito irme sin alejarme. 
Necesito llorarnos, para que nuestras existencias se escapen y atraviesen mis cuencas vacías, mis sentidos alborotados, llorarnos para dejarnos.
Para poder perdernos de una vez por todas.
Necesito mentirme y sentirte, creer amarte, para que mi capricho te deje en paz, y pueda vivir sin tu necesidad.
Un beso en la frente, un abrazo al vacío, un suspiro que no se pierde y se adentra en los labios de alguien más.

Tú, poeta

- ¡Yo no escribo poesía! - Gritó furioso - Yo no digo frases bonitas, ni hago rimas cual poeta frustrado que imagina un amor irreal. ¡Yo muero en cada renglón! 
Yo no describo las curvas de tu cuerpo, no comparo tus senos con un monte insípido. Yo te recuerdo, y revivo mis manos recorriéndote en cada palabra. Yo no sueño con verte a mi lado. Vivo por conseguirlo. Escribo por no conformarme. 
Yo soy el sueño, pues la realidad ya se ha ido. 
No me digan poeta, pues no lo merezco, ni como insulto ni como halago. 
No escribo acerca del cielo nublado por tu ausencia. 
Yo te amo y te odio. Te deseo y te desprecio. 
Joder, no quiero sonetos. 
¡Quiero realidad! ¡Quiero amor puro! 
Tengo recuerdos en un papel que nadie jamás ha de leer. 
Yo no te amo cada tres renglones, ni cuatro, ¡Ni los que fuere! 
Yo te adoro sin puntos ni comas, sin apóstrofes, sin espacios. Sin frases escritas en forma de escaleras rebuscadas. 
No quiero libros reconocidos, pues las paredes de mi mundo están plasmadas de tu aroma. 
Quiero amarte anónimamente. 
Dejarte cerezos en el camino, endulzando tus pensamientos. 
Yo no tengo personajes, yo no invento amores. 
Pues si hay alguien real aquí, son mis escritos. 
El invento soy yo, recorriendo un cuarto casi a penumbras. 
Convocando sentimientos, para luego rechazarlos. 
Yo no existo si mis dedos no se mueven, si mis labios no bailan al compás de los lápices. - 
Su brazo se entendió en lo alto, dejando aquella pluma como una lanza, como la que puede dar vida o muerte. 
Una lágrima patinó por su rostro, se perdió en la cavidad de su cuello y murió dentro, donde alguna vez quizás hubo luz. 
Miró su brazo, sus dedos temblorosos. El sudor de su cuerpo afiebrado por la impotencia. 
La pluma desafiante. El tinte, el aroma, el sabor a poesía que lo invadía. 
- ¡Yo no escribo poesía! - Repitió en un grito agonizante, lanzando la pluma hacia el vacío -¡No lo hago! Yo simplemente intento amarte, intentando. Sin hacer que duela. 

EL show debe continuar

Los cuerpos fríos. Los ojos vacíos, perversos, tan repugnantes.
Media hora. Quizás más, tal vez menos.

¿Que importa? ¿A quién le importa? ¿Qué te importa?
¿Cual es tu nombre real? ¿Cual es el que agrada más? Se indaga a si misma.
Quien alguna vez se llamó Rocío < como el que cae de sus ojos en algunas ocasiones > se unta crema en sus largas piernas bajo la luz tenue de un cuarto abrumado.
Quien alguna vez jugó a ser mujer, a ser niña, a jugar con muñecas con cabello de oro, quien alguna vez se atrevió, osada, a sentirse amada.
Quien alguna vez se permitió soñar, ahora se encuentra en una cama relativamente limpia. Con el aroma a mil humanidades. A mil sueños rotos, a engaños, a dolores, a sensaciones vacías.
Oh, sí.
Veinte minutos.

Una fabricante de mentiras, una vendedora, comerciante, mentirosa.
Con pasos retraídos se detiene frente al espejo, lo observa. Se observa.
Se arregla el maquillaje. (Aunque sea solo ella quien lo note). Que dolorosa forma de mimarse un poco.
Observa la ropa, intenta decidir cual usar.- Joder. ¡Joder! ¿A quién le importa la ropa? ¿A quién le importa tu nombre? ¿A quien diablos le interesa la pintura o la bijouterie barata?
Nadie te dirá “te encuentras radiante esta noche” , ni notará tu nuevo corte de cabello.
Doce minutos.

Revisa su teléfono. Tres citas más. Solo tres, solo tres, se consuela mientras se peina el cabello.
Es hermoso, si alguien alguna vez ah llegado a notarlo. Largo, con rizos que cubren su espalda. Negro como las noches que la preceden, como los cuartos que ha habitado, como parte de ella. Y aún así hermoso.
Sus manos tiemblan, y no es frío, apenas siente una brisa cuando la atraviesa, quizás un suspiro perdido.
Quien ha de ver el color de sus ojos avellana, el gris de su mirada en los días de tormenta, y el brillo que cobran cuando ella se emociona. Quien ha de notar toda esa belleza que la rodea y no se observa, no se ve, no se toca, simplemente se siente.
No llores, ¡No llores!, la pintura no es indeleble piensa riéndose.
"Algún día, serás una hermosa mujer mi niña" - Mamá, como nos hemos equivocado.
Limpia esos ojos, límpiate. Sucia, se desprecia.

Cinco minutos.

Sécate esas lágrimas, apúrate, se te hace tarde cariño. El show debe continuar.
Jamás llores, jamás ames, jamás te caigas, jamás.
Tú no puedes darte ese lujo, no puedes salir de compras con amigas y ver películas, tú debes trabajar. Tu debes verte sensacional, irreal, soñada. No una soñadora, soñada.
Entrelaza sus dedos y reza porque el siguiente sea mejor que el anterior, y peor que el futuro.
Desea que acabe rápido, que la noche muera ante sus labios, que las estrellas se oculten tras su espalda siempre desnuda.
Sus labios jamás han sentido el sabor de la dulzura, mas han sido heridos en tantas ocasiones que ya ha perdido la cuenta.
Un minuto.

Suena el timbre.
Suena el timbre.

Sonríe, a nadie le interesa. No lo hace por el que no la mirará, lo hace por ella.
Debes creer en tus mentiras, eres feliz, estas sonriendo. Eres feliz.
Abre la puerta y la empujan, no la acompañan, ni la miran, no notan sus ojos avellana, tampoco ven su cabello, ni sienten el perfume carmín que cubre los pecados.
La empujan, pues debe hacer lo que sabe hacer.
-¿Cómo te llamas?
- <Vaya, ese es un progreso> Como tu desees que me llame esta noche cariño. Soy lo que todos sueñan, soy lo que desean, y hoy soy tuya.
El show debe continuar.

Los extraño

Los extraño. 
Las noches se tornan eternas, y en algunas de ellas los puedo escuchar murmurando. 
Hablándome, pidiéndome cosas que en vida no pude hacer, gritándome, vociferando recuerdos de alguna tarde de otoño perdida. 
Los extraño, y a veces quisiera volver, desearía poder hacerlo. 
Llegar y sonreírles, decirles: “la espera ha terminado. Ya no volveré a desaparecer.” 
Quisiera que pudieran verme, a veces creo que me sienten, o que sus lágrimas me buscan. 
No es mi culpa, no lo fue. Simplemente no pude sostenerme, ya no. Me caía y mis gritos se acallaban lentamente, mis manos se soltaban débiles, mis ojos se cerraban pesados y temerosos de todo lo que habían observado. 
Que nadie se atreva a juzgarme ni a reprocharme. Porque cuando yo avisé, cuando yo advertí, cuando imploré por un poco de humanidad. ¡Nadie supo dármela! 
Yo no quería palabras dulces y vacías, no quería sonrisas falsas y abrazos por compromiso. No quería oídos sordos, porque para eso tuve mis libros, que me han escuchado, me han entendido y me han hablado mucho más que todos ustedes. 
Y sin embargo no los culpo, porque fui débil. Así que no me recriminen por algo que antes jamás les interesó. 
¿Que puedo yo hacer? Ya es tarde para culpables, ya es tarde para disculpas. No solucionarán nada. Y sin embargo los escucho, cuando en la soledad de su cuarto me ruegan perdón. Piden por un minuto de mi presencia. Y juro, cuando los sentimientos fueron míos, yo los quise, ¡dios sabe que los amé con locura! pero ahora que no estoy me buscan, hipócritas. Condenados por su propia conciencia. 
¿Y que hay de mi? ¿Que hay de la humanidad que no lograron quitarme? La que aún abunda en mis noches y días eternos, en mi mundo y mente en blanco. 
¿Que hay de mi? 
Del dolor que tuve y aún tengo, de las culpas, de las mentiras echas verdad. De los conocidos extraños y los recuerdos olvidados. 
Que hay de todo lo que he perdido. De mí, perdido aquí donde me encuentro. Porque les digo algo, no hay nada más allá de las fronteras, el mundo no es plano. Pero he caído, y jamás toco fondo. 
Mis lágrimas no secan, y mis manos están frías desde no sé cuanto tiempo. 
No tengo donde ir, no puedo volver, ustedes no me escuchan, ni siquiera mis gritos mas desesperados, aún les pido ayuda, aún les suplico. Y siguen sin escucharme. 
Aún. Esta es mi eternidad, el ruido y el silencio confrontados. La vida y la muerte. El dolor y la alegría. Las penas, los recuerdos. 
Aun estoy aquí, ¿acaso no me ven? ¿Acaso sigo siendo lo que era, acaso jamás notan la diferencia entre la lluvia y mis caricias? 
Cual es entonces la diferencia entre esta y mi otra vida, entre este y mi otro mundo, entre esto que soy y lo que fui. 
De que sirven estas palabras que sé que jamás escucharán.


Ya no hay de que escribir

Hace días no puedo escribir. Y no es porque no tenga tiempo, me sobra se podría decir. Pero no sé que escribir. (Sí, se muy bien que escribir, lo que no sé es como)
Siempre que he escrito fue encontrándome en un estado de sensibilidad muy grande, por no decir que la depresión es algo común en mí.
Pero hace días que me siento frente a una pluma y una hoja y al final del día solo hay garabatos y rayones.
¿Qué clase de escritor soy?
Creo que el problema es que no estoy mal, no estoy triste. Ni siquiera lloro en las películas donde el perro muere por salvar al protagonista.
No me siento mal, no siento dolor, la tragedia hace días no me visita. Y no está esa angustia que muchas noches me hizo sentirme desbordar.
Esto debería ser bueno, la gente diría: "¡Vaya! Ya no tendrás que tomar esas pastillas ni te encerrarás en tu cuarto por días…"
¡Pero tampoco me siento bien! Así que de qué coños me sirve este estado, que es lo más parecido a un cojín.
No me despierto y miro la luz que entra por la ventana pensando 'Que bello día', me levanto pensando que no escribí, que no me sale nada.
Que los renglones que he acumulado estos días tienen la apariencia de haber sido escritos por un púber enamorado.
Que estoy vacío. E irónicamente eso es algo realmente triste.
Joder, ni siquiera puedo expresar lo que me sucede.
Donde se han ido mis palabras, mis frases rebuscadas, mis dolores hechos tinta, donde se han ido los recuerdos. Los que le daban vida a mi alma, luego de matarla.
Quizás deba enamorarme y sufrir un poco (otra vez) para volver a escribir como lo hacía.
Para tener de que escribir, a quien llorarle, a quien odiar, a quien extrañar, a quien culpar.
Alguien me dijo, "Cada uno de tus sentimientos ha quedado en los libros que escribiste, pues estás vacío cariño, ya no me haces el amor."
Jamás le hice el amor, pero jamás antes lo había notado.
No la merezco, eso no cambia.
Y ninguno de ustedes se confunda, esto no es uno de mis relatos anónimos, con personajes que enamoran y desprecian al mismo tiempo.
Esto es sobre mi, "esto" soy yo hablando de mi, de lo que no hay en mi, de lo que alguna vez hubo.

¡Despierta!

Te despiertas y miras a través de la ventana. Y solo ves el mundo que odias, pero el mismo también, en el que te encierras cada día de tu vida. Con tu café diario. Tu mirada perdida en el colectivo. Tus ojeadas a algún trasero que te llame la atención. Tus insultos al peatón que te rozo el hombro y no pidió disculpas. El porno que miras en las noches, y el sexo sin sentido.
Pero esta mañana no te interesa. Ni tu café ni el puto noticiero. Esta mañana te quedas ahí, recostado sobre la cama donde en alguna ocasión llegaste a confundir amor con buen sexo.
Donde has llorado y te has mentido a ti mismo, diciéndote "soy feliz".
Donde duermes, te masturbas, a veces comes, o te comen.
Donde sueñas que vives otra vida, que eres otra persona, que no eres tu. Que no eres. Y luego despiertas, y sigues siendo el mismo patético que la noche anterior.
¿Que es lo que ha cambiado entonces?
¿Quien te ha echo creer que tienes el derecho de quedarte en tu mundo, sin seguir las reglas del nuestro? ¿Quién te dijo? Que puedes darte el lujo de no bañarte, de no afeitarte ni de colocarte prolijamente esa corbata que una vendedora amargada eligió para ti.
Nadie, o quizás todos. Al demostrarte lo triste que se vuelve la vida cuando te resignas a simplemente vivirla. O tal vez. O quizás. Sólo sea que ya no te importa.
Entonces miras a través de la ventana. Y sonríes. Porque descubres que no eres nadie. Y a nadie le interesas. Eres un número, un jodido número más.
-Pues que más da, si no les intereso. ¿Porque debería interesarme a mí? - piensas mientras buscas con la mano el paquete de cigarrillos.
¡Que mas da! gritas mientras te levantas.
Ya no quieres ser el sistema, parte del sistema. Ya no quieres ser sociedad. Quieres ser tú. Quieres ser la oveja negra que se ha descarrilado. Que ha dejado el camino.
Quieres alejarte. Y correr, no por cobardía, sino porque eres demasiado valiente como para seguir siendo el que todos pretenden que seas.
Y no te interesa el que dirán, pues siempre estarán diciendo algo. Entonces, si dicen. Que digan algo que sea cierto.
Que abran sus ojos, y tapen sus bocas ante tu descarada rebeldía.
Que griten aterrorizados, pues alguien esta intentando crear el maldito caos.
Que el mundo te vea, que el mundo te escuche, que el mundo sepa, que hoy has despertado. Y has visto la realidad.